Su madre trabajaba como criada en una casa de blancos, y cuando se enteraron de que estaba embarazada la echaron. Sin dinero ni sitio a donde ir tuvo que llegar a un acuerdo con la directora del hospital para que la dejaran dar a luz. Debía limpiar los suelos y ayudar a las otras parturientas mientras estuviera allí. Así fue como el 7 de abril de 1915, con 13 años, dio a luz a un niñita que con el tiempo se convertiría en una de las intérpretes de jazz más admiradas de la historia por su increíble pasión y estilo al cantar. Su nombre era Eleanora Fagan, aunque sería conocida como Billie Holliday. Ni al nacer ni al morir tuvo un paso digno por el hospital. Poco se sabe con certeza de su vida, ya que la autobiografía que dictó en 1956 parece un poco fantasiosa. Su mala suerte la traspasa incluso a los que se le acercan: una admiradora suya, Linda Kuehl, escribió un libro sobre ella en los años 70, pero la editorial se negó a publicarlo, así que se desesperó y se suicidó en 1979, tras ir a un concierto de Count Basie, el antiguo jefe de Billie…
Su vida estuvo marcada por la tragedia desde el mismo comienzo, abandonada por sus padres a corta edad, la cuidan sus abuelos que la maltratan, tiene que trabajar desde los 10 años en lo que puede. Después vinieron acusaciones de prostitución, reformatorios, alcohol, drogas, racismo, cárcel, desengaños amorosos, rehabilitación y, finalmente la muerte, por una infección renal a los 44 años, esposada y acusada de consumir heroína mientras agonizaba casi abandonada en un hospital.
Comenzó a cantar en un bar a los 13 años y fue ahí donde decidió cambiarse el nombre. A los 16 la escucha Benny Goodman que le propone grabar un disco, y poco después conoce a Lester Young su gran amor no correspondido (esta historia la contaré en el próximo café, el lunes)
Cantó como nadie a la tristeza, que conocía tan de cerca, y su desgarradora voz, inspirada en Bessi Smith y la trompeta de Armstrong, hizo que canciones aparentemente insulsas como “Strange fruit” fueran consideradas la mejor canción del siglo XX por la revista en 1999.
La primera vez que se interpretó "Strange fruit" en un garito nadie aplaudió. Segundos antes de terminar la canción, cuando la intérprete pronunciaba las dolientes últimas palabras (“esta es una extraña y amarga cosecha”), las luces del Café Society neoyorquino, con capacidad para 200 personas, se apagaron. Instantes después se encendieron, pero la cantante había desaparecido. Billie estaba vomitando en el pequeño aseo del local, sobrecogida después de su estremecedora interpretación. Los espectadores intentaban recuperar el aliento tras asistir a aquella desgarrada actuación. Fue una pieza breve, solo tres minutos que cambiaron para siempre la historia del jazz.
Era 1939 y Billie Holiday ya había hecho de su voz un lamento vocal con una hondura emocional mágica, con una sensibilidad en el fraseo realmente única e irrepetible. Se dice que nadie como ella pronunciaba con tanta emoción desgarrada las palabras "love" o "baby". Fijaos en esta increíble interpretación de esa canción Strange fruit.
La letra de Strage fruit tiene solo tres estrofas, profundas, dolientes:
"De los árboles del sur cuelga una fruta extraña.
Sangre en las hojas, y sangre en la raíz.
Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña.
Extraña fruta cuelga de los álamos.
Escena pastoral del valiente sur.
Los ojos saltones y la boca retorcida.
Aroma de las magnolias, dulce y fresco.
Y el repentino olor a carne quemada.
Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos.
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los árboles lo dejen caer.
Esta es una extraña y amarga cosecha"
No olvides poner tu nombre. Gracias
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