lunes, 20 de abril de 2020

7- Café con Bellini (1801-1835)



Se cuenta una historia sobre el compositor de óperas Vincenzo Bellini, cuyo final cuesta creer, pero que es, como mínimo, sobrecogedora.

Resulta que en 1822, cuando aún era estudiante, Bellini se convirtió en maestro de canto de la hija del ilustre señor Fumaroli, la bellísima Maddalena.
Naturalmente en cuanto se conocieron los veinteañeros se enmoraron perdidamente.
Como suele suceder en estos casos, el romance era de dominio público y sólo los padres de la chica desconocían la existencia de la pasión surgida entre ambos. 
Pasaron unos años y después del estreno de su primera ópera, Adelson e Salvini (1825), acogida con considerable éxito, Bellini se armó de valor y pidió la mano de su amada, pero los padres de Maddalena quedaron sorprendidos por el atrevimiento del joven músico, rechazaron la propuesta y le prohibieron volver a visitar a su hija.
La desesperación se apoderó de los amantes, pero Bellini estaba convencido de que antes de que escribiera 10 óperas los padres de la chica estarían orgullosos de ofrecerle su mano y ambos juran ser fieles el uno al otro y unirse después de la décima ópera, muertos o vivos. 


Bellini marchó a Milán en 1827 y, como predijo, los padres de Maddalena Fumaroli no esperaron a su décima ópera para aceptar la antigua petición de mano.

Tras el apoteósico éxito de La sonnambula (1831), Bellini recibió una carta de su amada que le informaba de que su padre había dado el consentimiento a su unión. Ahora podrían casarse en cuanto regresara.
La misiva sorprendió a Bellini cuando se hallaba volcado en la creación de una nueva ópera titulada Norma, y lo que es peor, envuelto en un romance con una mujer casada, Giuditta Turina. Bellini no acababa de decidirse. En una fría carta enviada a Maddalena, Vincenzo prometía que después del estreno de Norma regresaría a Nápoles para resolver los asuntos pendientes.

Pero ese viaje no se produjo jamás.

La pobre Maddalena siguió esperando y esperando, enviando cartas a su único amor, hasta que en 1834 murió y en su última carta recordó al compositor que habían pactado que “después de su décima ópera ellos se unirían en la vida o en la muerte”. 
Esta carta llegó a Bellini y al leer sus últimas palabras escritas y la noticia de su muerte, causaron una terrible impresión en Bellini, que enfermó de tristeza.

Cuenta la leyenda que Bellini fue perseguido por el fantasma de Maddalena, el cual se aparecía en forma de paloma blanca cuando caía la noche en su dormitorio. En el momento en el que Bellini puso la doble barra final a su siguiente ópera I puritani, la paloma salió de la partitura, suspiró 10 veces y desapareció.

Bellini murió unos meses después del estreno de I Puritani, precisamente... su décima ópera.

Os dejo con el aria más famosa de su ópera "Norma", que se titula Casta Diva, en una espectacular versión de Anna Netrebko, quizá no tan pura como la cantaba María Callas, pero igualmente hermosa.


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