Seguramente Franz Schubert no tardó más de unas horas, una tarde de aquel año, conocido como el año del milagro, de 1815 en escribir este fantástico lied. Sólo tenía 18 años y en esos meses escribió más de 150 canciones, todas de una calidad asombrosa. Pero es que además le dio tiempo de escribir un par de sinfonías, varias cantatas, tres cuartetos, obras corales…
La manera misteriosa en que una idea simple, o una historia sencilla, cotidiana, llega a convertirse en una obra maestra es algo que siempre me ha fascinado. Así sucede en esta historia, uno de esos relatos que han alcanzado la inmortalidad gracias a la unión sublime, en pocos minutos, de belleza, terror, desesperación y tragedia, creada en etapas sucesivas por varios genios.
Cuenta la leyenda que una tarde de otoño de 1782 el joven Goethe se encontraba en su jardín trabajando en un poema inspirado en la mitología nórdica de elfos y hadas cuando vio pasar a un caballo al galope con una figura oscura y un bulto entre los brazos. A la mañana siguiente le contaron que era un campesino que llevaba desesperado a su hijo enfermo al médico. Aquello despertó su inspiración y mezcló las historias del rey de los elfos y sus hijas con esta dramática escena del pobre campesino y su hijo que corre para salvar su vida. Algunos autores dicen que el niño muere por la fiebre, que le hace delirar y ver al rey, pero otros aseguran que el niño no muere por la fiebre si no de miedo, al ser realmente tocado por algo que cree que es el rey del bosque.
A este poema le puso música Schubert, expresando el galope desbocado del caballo en el piano, que muta sutilmente cuando canta el elfo, el grito desgarrador del hijo, o la templanza del padre que no puede ocultar su nerviosismo al titubear en las cadencias.
Finalmente la interpretación, sublime, inspiradísima, de un soberbio (y joven) Fisher-Diskau junto a Gerald Moore al piano, en ese inigualable tándem que conformaron a partir de 1956.
No os perdáis las caras que pone Dietrich para representar a cada uno de los personajes, el narrador, el padre, el hijo y el rey de los elfos (o, para traducirlo más correctamente, de los alisios). Atentos a las entradas del hijo gritando “¡Mein Vater, Mein Vater!”, (¡Padre mío, padre mío!) un tono más alto en cada ocasión, haciéndonos partícipes de la angustia creciente del pequeño.
Esta audición tiene partes más alegres y otras más fuertes.El piano es el único instrumento junto a una voz masculina.Personalmente me ha gustado porque creo que Fisher-Diskau lo hace muy bien para hacer de varios personajes en la misma obra.
ResponderEliminarMaría Iranzo: Franz Schubert, un joven que con 18 años tenía la capacidad de escribir grandes canciones, cartas, cuartetos y obras corales sin ningún problema, fue inspirado por otro joven llamado Goethe, que una tarde vio pasar un caballo con una figura al galope; que despertó su curiosidad, pero luego le contaron que era un vecino que llevaba a su hijo al médico, y Goethe decidió escribir un poema mezclando su imaginación y la imagen real de la tarde anterior. Entonces Schubert le añadió música a dicho poema, dejándolo impecable, por no hablar de cómo queda cuando Fisher-Diskau y Gerald Moore aportan la interpretación del piano, (queda muy bien). Con todo ello, Schubert demostró el talento musical que tenía, pasando a la historia a tal escala que la gente a día de hoy lo sigue recordando.
ResponderEliminarIsmael Ruiz Molina: Franz Schubert me sorprende como con tan solo 18 años fue capaz de escribir más de 150 canciones , además de un par de sinfonías , varias cantatas tres cuartetos y obras corales . Una idea simple la convertía en una obra maestra . Un día el joven Goethe vio pasar un caballo a galope con alguien subido y a la mañana siguiente se enteró que era un campesino que llevaba a su hijo enfermo al médico . Eso le sirvió de inspiración para mezclar las historias de los elfos con esta escena del campesino.
ResponderEliminarFinalmente , Schubert le puso música a este poema demostrando su gran talento , expresando el galope del caballo , el grito del hijo , y la templanza del padre .