Mucha gente sabe que este famoso y hermosísimo nocturno fue dedicado a Marie-Felicité Pleyel, la esposa del heredero del constructor de pianos, pero quizá no sea tan conocido el hecho de que estuvo a punto de ser asesinada unos meses antes de conocer a Chopin.
Marie-Felicité fue considerada la mejor pianista del siglo XIX, pero su vida casi acaba trágicamente debido a las maquinaciones de su madre, y quien sabe si con ella la composición de este bello y conocidísimo pasaje pianístico.
Ella estaba prometida con Hector Berlioz cuando a éste le concedieron el premio de Roma, por lo que se ausentó varios meses de París, ocasión que aprovechó la madre de ella para obligarla a casarse con el pianista y rico fabricante de pianos Camille Pleyel (por cierto, 23 años mayor que ella, y de quien se separaría tan sólo cuatro años más tarde).
Entonces Berlioz, loco de celos, se disfrazó de mujer y abandonó Villa Medici con la intención de viajar a París y matar a su suegra, a Marie, a Camille y suicidarse después. Afortunadamente, al llegar a Niza fue persuadido por sus amigos y abandonó la idea. Durante toda su vida guardó un feroz y patológico odio hacia ella, llegando a boicotearle varios conciertos y publicando panfletos ofensivos en diversos periódicos parisinos, quedando al final en ridículo él mismo al ser tan evidentes sus maliciosas intenciones.
Parece que incluso sus celos lo llegaron a enfermar, perdurando su resentimiento hasta 1856, cuando un hecho trágico le hizo calmarse un poco: la muerte de la hija de Marie Pleyel, Camille Louise Pleyel, a la edad de 20 años.
Tragedias y despechos aparte, Chopin también sucumbió (como todos los hombres que la conocieron) a los encantos de esta talentosa, bellísima e inteligente mujer y le dedicó esta serie de nocturnos inmortales.
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