jueves, 11 de junio de 2020

25. Café con Bill Evans, el soñador impresionista del jazz. (1929-1980)





Con la historia de mi pianista favorito terminamos este experimento de blog. Espero que os haya resultado interesante. 

La historia de Bill Evans, el hombre solitario y taciturno, que tocaba con la cabeza agachada, casi sin mirar ni el piano, es la de un hombre tímido, triste y desgraciado, que tuvo un final aún más triste. 

Pero primero os voy a contar la historia de esta melodía

Según la leyenda, la confiscación de sus tierras a principios de 1600 causó una profunda impresión a Blind Rory, descendiente de los O'Cahan cuya familia había vivido en esas tierras durante generaciones. Aquella tristeza lo llevó a escribir una canción conmovedora de dolor y de pasión llamada "Lamento de O'Cahan". Se cuenta que en su origen hubo algún tipo de intervención sobrenatural: Una noche, Blind, borracho, se desplomó a la orilla del río y, dormido, habría escuchado hadas tocando una melodía inquietante en su arpa. Una vez que estuvo lo suficientemente sobrio y seguro de poder reproducir la música, volvió a su castillo para dar una serenata a sus invitados con la primera versión del aire que se convertiría en una canción popular y que no sería escrita en partitura hasta unos 250 años más tarde.

Igual todo es una leyenda y la melodía es más reciente, pero no deja de tener su encanto.

Los ingleses la conocen con el nombre de 'Aire del Condado de Derry", ya que el nombre más común, en irlandés, les suena algo raro "Londonderry". Todos lo conocemos del cine con el nombre de Danny Boy, por el título de la canción que creó Frederic Edward Weatherley (1848-1929) sobre esa melodía.

Y en las manos de Bill Evans suena divino. 


Aún no os he hablado de mi pianista de jazz favorito, uno de los músicos de jazz procedente de la música clásica y por tanto con un estilo que une las armonías impresionistas de Debussy con la sensibilidad de un hombre solitario y triste. Un hombre que apenas tuvo unos meses de felicidad en toda su vida y que acabó de una manera trágica.

En cuanto se reponía de algún golpe de la vida, como la muerte de su contrabajista en un accidente de coche, o la de su novia, que se tiró a un tren al conocer su infidelidad, o la definitiva, cuando su hermano mayor, su apoyo, su hermano Harry, se quitó la vida. 

Entonces él lo decidió también…

Gene Lees lo llamó "el suicidio más largo de la historia". Duró exactamente un año y seis meses.

Dejó de tomar sus medicinas para la hepatitis, volvió a la cocaína y al alcohol, y prácticamente no se alimentaba. Por si fuera poco, aumentó el ritmo de conciertos por todo el mundo, en una frenética carrera hacia el final, que le llegó el lunes 15 de septiembre de 1980. Sólo cuatro días antes había dado su último concierto en Nueva York.






lunes, 8 de junio de 2020

24. Café con Miles Davis, y el disco de jazz más vendido de la historia.






Aquella batería le alargaría la vida casi 12 años. Su sobrino tendría 7 años cuando se la regaló y no podía imaginar lo que significaría para él mismo y para el pequeño Vincent, que se entusiasmó tanto que llegó a estudiar en el conservatorio de Chicago. 

Pocos años después, en 1972, Miles Davis sufrió un accidente con uno de sus Ferrari y poco a poco su vida fue cayendo en un infierno: la mala acogida de sus últimos trabajos, la falta de inspiración, una serie de operaciones para la implantación de una cadera artificial por las secuelas del accidente automovilístico, una infección en una pierna, cálculos biliares, serios problemas en los labios provocados por la trompeta, hicieron que acabara recayendo en las drogas, derrumbándose en 1975 e iniciando lo que algún autor llama "sus 5 años en la cara oculta de la luna". 

Incluso estuvo en la cárcel por no pasar la pensión a una ex-mujer (sí, tuvo varias, como casi todos) y casi acaba en el psiquiátrico por ataques paranoicos. Años más tarde recordará aquella época: "No me sentía en absoluto capaz de tocar la trompeta. No quería saber nada de la música. Estaba aburrido, aburrido a morir. Durante cuatro años no hice absolutamente nada: no salía ni siquiera para ir a una tienda”. 

Y es aquí cuando aparece su sobrino para visitarlo a menudo, preguntarle por cuestiones musicales, enseñarle sus trabajos, y pedirle que tocara algo. Miles Davis adoraba a aquel muchacho y reconocía su talento. Finalmente tocó para él en 1979, recuperando su vitalidad y su dedicación a principios de los 80, hasta que una neumonía (tal vez Sida) le puso la sordina definitivamente en 1991. 

Treinta años antes, Miles Davis había revolucionado el mundo del jazz con un disco que grabaron en pocas sesiones, casi sin ensayar, improvisando sobre escalas y algunos temas del pianista Bill Evans (del que hablaremos mañana). Aquel disco se ha convertido en el disco de jazz más vendido de la historia. 

Después de la locura rítmica del Bebop de Charli Bird Parker y Dizzi Gillespie, Miles Davis experimenta con melodías sencillas, pocas notas, degustando cada sonido y buscando las relaciones modales entre los acordes. 
El saxofón que suena hacia el final es el de John Coltrane, otro gigante del jazz.

Dicen los entendidos que “si no te gusta Kind o Blue, es que no te gusta el jazz”.



viernes, 5 de junio de 2020

23. Café con Piazzolla (II)



 


Esta es mi canción favorita de Astor Piazzolla. 

Piazzola la llamaba “milonga lenta”, aunque eso significaría que el motivo es más animado y alegre que el de un tango. Sin embargo la tristeza que transpira esta obra es comparable a la del Adagio de Albinoni, por la tonalidad menor, la melodía descendente y las progresiones por cuarta que te van hundiendo en la melancolía. Pero con una belleza irresistible. 

La obra no tenía letra en su versión original, pero el título “Oblivion” dejaba claro que se refería al olvido, a ese sentimiento de pérdida con que los años nos van castigando, en ocasiones de manera voluntaria, consciente (incluso necesaria) y en otras de manera inconsciente y cruel. 

En 1984 Milva lo cantó con versos de David McNeil en los que trata de un olvido concreto, especial, el olvido del amor: 

“Pesadas, pesadas parecen de repente, las sábanas, el terciopelo de tu cama cuando olvido nuestro amor 
Pesados, de repente parecen pesados tus brazos alrededor de mí en la noche. 
mi barco parte, se va a algún lugar. 
La gente se aleja, me olvido, me olvido... 

Más tarde, en otra parte en un bar de caoba, 
los violines vuelven a tocar nuestra melodía, pero me estoy olvidando. 
Después de separarnos mejilla contra mejilla, todo se vuelve borroso y me olvido, me olvido. 
Corto, el tiempo parece corto, la cuenta regresiva de una noche cuando nuestro amor se olvida. 
Breve, el tiempo parece breve con tus dedos recorriendo mi salvavidas 
Sin una mirada, la gente se pierde en la plataforma de una estación, y me olvido, me olvido... 

(David McNeil, 1984)

Espero que os guste. 



miércoles, 3 de junio de 2020

21. Café con Gardel (y una sorpresa)









Seguro que os suena esta melodía, la habréis escuchado en multitud de películas. 

Él no lo sabía, pero aquella iba a ser su última película. Llevaba varios años en Nueva York y andaba terminando el rodaje de la película "Tango Bar" (1935). Le faltaba la melodía para la letra que se cantaría durante la carrera de caballos. La letra, de Alfredo LePera jugaba con las expresiones de las apuestas para darle un significado en el juego del amor, pero Carlos no terminaba de dar con una melodía pegadiza. Entonces, una noche, a las tres de la mañana sonó el teléfono del arreglista Terig Tucci: al aparato sonó la voz alterada, eufórica de Gardel: “Che viejo, tengo una melodía para el tango “Por una cabeza”. Y se la cantó por teléfono, pero, tal vez porque estaba medio dormido a Tucci no le pareció nada fuera de lo común. Entonces Carlos insistió “Mira, Beethoven, vos te quedás con tus corcheas y semifusas; pero no te metas conmigo en asuntos de "matungos".

Y no le faltaba razón, la melodía era tan pegadiza que aparece en varias escenas de la película incluyendo los créditos. No imaginaba Carlos Gardel que aquella melodía se convertiría en una de las más famosas de toda su producción, rivalizando, por arte del cine, con su maravilloso “El día que me quieras”.

Tras el rodaje, Gardel inició una gira de conciertos por toda latinoamérica, llegando a Colombia en Junio. Tras las actuaciones, el 24 de junio, debían continuar la gira y tomaron un avión en la ciudad colombiana de Medellín. Cuando iban a despegar se toparon con otro avión que esperaba en la pista de despeque y chocaron ambos aviones, resultando 17 personas fallecidas y sólo tres supervivientes. Carlos Gardel tenía 45 años, y no tanta suerte como sus guitarristas que sí sobrevivieron al choque. 

Falleció el hombre y nació el mito, el mejor cantante de tangos de la historia.  

Aquí os traigo este vídeo jugando con el piano. Sólo la melodía y los acordes de su conocido tango "Por una cabeza", nada de florituras.


 Y la versión original de Carlos Gardel cantando este tema en la propia película para la que fue compuesto.  Espero que os guste.


 

22. Café con Astor Piazzolla (1921-1992)






Después de la muerte de Carlos Gardel, el tango cae en una especie de letargo, y apenas suena fuera de Argentina, pero poco tiempo después aparece una figura que lo revitaliza y le da el impulso que lo hace internacional. 

Su nombre es Astor Piazzola, y al igual que Gershwin unos años antes, intenta ir a París a que le enseñen en el conservatorio, pues él es un músico casi autodidacta, formado en los arrabales de Buenos Aires y en Nueva York a donde se fue su padre a trabajar cuando él era niño. 
Al igual que al norteamericano, una profesora de París (Nadia Boulanger, de la que os hablé con el libro), lo convence de que deje de pretender ser un compositor clásico y se dedique a lo que realmente sabe hacer, que es componer y tocar tangos. 

“Yo pensaba que era una basura porque tocaba tangos en un cabaret y resulta que yo tenia una cosa que se llama estilo”. Ese estilo porteño, junto al verso evocador del poeta Horacio Ferrer que le hacía las letras, me vuelve loco y os recomiendo que lo escuchéis por internet. 

Pero hoy os quiero hablar de otra obra suya.

Precisamente estando en París, en 1954 escribe una obra que dedica a su padre, don Vicente Piazzolla, al que llamaban Nonino, y que hace mucho tiempo que no ve. La obra, alegre y descriptiva, la titulará Nonino. 
Lo que no imaginaba Astor es que sólo cinco años más tarde, en 1959, durante una larga gira por toda América, en medio de una pequeña crisis existencial y económica que le causaría angustia y melancolía, le llegaría otra noticia que le añadiría más desánimo, la noticia de la muerte de su padre. 
Se encontraba en ese momento en Centroamérica, tratando de digerir el desastroso viaje a Nueva York que supuso un fracaso, emocional, económico y personal, de ahí su inquietud. 
Y, por si fuera poco, allá lejos en la Argentina, su padre había fallecido. Ya no podría volver a hablar con él, a cantar con él. 

Entonces, desolado, toma la obra que le había dedicado años atrás y la reescribe, conservando la rítmica, reacomodando las secciones y añadiendo un tema B con un prolongado y melódico fragmento de notas largas, dolorosas, en las que subyace el profundo y angustioso lamento. Es el llanto contenido del hijo que, en la distancia, se manifiesta en ese triste pasaje que titulará Adiós, dando como resultado una obra inmortal: “Adiós, Nonino” 

Tal y como escribió Gaspar Astarita “el artista, sin lágrimas, lloró esa noche, pero a través de su arte. Y dejó para la historia de la música argentina una de sus más bellas e imperecederas páginas”.

Prestad atención a cómo la obra, que es binaria (ABAB) comienza con progresiones muy alegres y rápidas, y cómo en la parte B aparece el doloroso lamento del Adiós.
Esta es una de las obras que más me gustan de Piazzola, pero la que más me gusta os la traeré al café de pasado mañana. Ya veréis.
Mientras tanto, espero que esta también os guste.